Wednesday, October 31, 2012

BUROCRACIA…ESA MALA PALABRA

Uno de los grandes males de la modernidad y de las sociedades civilizadas es la burocracia, la cual cuando es impuesta en la gestión pública: Parece eterna y es, en muchos casos, innecesaria. Este fenómeno nacido de la concepción de ordenamiento y sistematización de la sociedad, mejor dicho, de servicios que deberían estar a favor de la sociedad, provoca más de una rabieta a todo ciudadano que llegó a sentirse frustrado por este mal social inmaterial (y ojo que me refiero a ciudadano, proveniente de ciudad).

Pero la burocracia no es un producto del actual mundo industrial y del libertino libre mercado que agobia a más de una sociedad. Ya se la detestaba desde tiempos remotos: La figura del recaudador de impuestos (típico burócrata), visto ya en el Egipto antiguo, o en la Edad media, durante la Peste que asoló a Europa. Personaje acompañado por aquellos que ejercen la fuerza reconocida por ley (la ley de la autoridad, aquél que golpea más fuerte). Siempre dispuesto a satisfacer, con placer, las exacerbaciones del poderoso.

A media que van creciendo las ciudades, con sus vicios y sus necesidades superfluas, también va mutando el concepto de burocracia, va adquiriendo más poder. Es así que la dependencia del sector público de estos mecanismos que deberían facilitar el flujo entre las necesidades de las poblaciones y la eficiente y pronta solución de las mismas por parte de aquellos elegidos a ser los representantes o ejecutores de la estructura social que creció de ser el simple qué necesitas y cómo puedo ayudarte, y cómo tú me devuelves el favor, pasó a ser esa desastrosa forma, totalmente despersonalizada, agobiante y eliminadora de esperanzas que es la burocracia actual, tanto en el sector público como en el privado. El crecimiento descontrolado de las ciudades, las que sueñan ser como aquellas metrópolis superpobladas, viciosas, violentas, conflictivas e igualmente discriminadoras, alimentan la maquinaria burocrática. Los operadores y gestores de la burocracia realizan su labor con una mecánica felicidad que asusta: Relegan su empatía, innata en todo humano, y buscan nuevas formas de como hacer aún más conflictiva las tareas que deberían ser fáciles y simples de atender y gestionar.

Un ejemplo de cómo el trámite burocrático genera a la larga sólo conflicto y tiende a esparcirse e infectar sociedades más simples que no pertenecen a las ciudades, es el caso de la toma de justicia por mano propia: Se mal interpreta el sentido de justicia y se confunde con venganza, lo cual conduce al linchamiento para satisfacer bajos sentimientos de frustración colectiva. Pero ¿Por qué llegar hasta este extremo? ¿Dónde empieza la tergiversación, la deformación de la ley preestablecida? Partamos del principio de que toda sociedad establece reglas para la convivencia equilibrada, equilibrio significa igualdad, mesura de acciones, obligaciones y atributos. Cuando una sociedad más simple que la citadina, sea cual sea, se ve absorbida por una serie de cambios, adhesiones a momentos históricos, reformas sociales o finalmente la exposición a la vida mundana, superflua y carente de valores, sumado a todo esto la pobreza económica de sus miembros y el aprovechamiento de personas que ven a estas sociedades simples fáciles de engañar o explotar a través de la tergiversación de las leyes mediante la aplicación burocrática que confunde  y resigna a su víctimas a dejarse llevar por el mar de papeleo y trámites innecesarios que rige estos macroejecutores institucionales (que deberían estar al servicio de las sociedades, y no al revés, sirviéndose de los mismos).

Hechos como los recientes deben ser analizados desde ambas contrapartes, desde todos los ángulos, con todos sus factores y variables desencadenantes. No justificamos las acciones violentas, pero debemos preguntarnos ¿porqué se dan los mismos, y cómo podemos realmente evitarlos a futuro?

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