Wednesday, November 7, 2012

GUERRAS SECRETAS: MAESTROS DE LA CIENCIA FICCIÓN

 Hace poco encontré un viejo y descolorido libro que busqué por años: “El dueño del Mundo” del maestro de la Ciencia Ficción y Aventura Julio Verne, quien  describió el mundo, sus maravillas y el más allá sin nunca abandonar su natal Francia. De niño se enroló secretamente en un buque carguero hacia la India pero es sorprendido por su padre. Lanza después su inmortal frase: “Desde ahora solo viajaré en mi imaginación”. Sus obras iniciales irradian el ímpetu juvenil, la aventura, mundos fantásticos: explora el Imperio de los cielos y las profundidades submarinas. Refleja su búsqueda a través de su eterno personaje Nemo: Él es nadie en particular y toda la humanidad a la vez: es nuestra sed de conocimientos, pero también nuestra decepción ante la ignorancia del mundo lleno de complejos y dogmas y el temor al cambio, hacia nuevas formas de pensar. 

Ya maduro se desentiende del joven Verne, es más lo rechaza. Se vuelve  pesimista ante el idealismo del futuro; refleja esta vez en Robur, el Conquistador, un genio visionario como Nemo, dispuesto a compartir su conocimiento con la todavía ingenua humanidad: su respuesta; lo tachan de loco. Herido en su amor propio rompe con la humanidad y los condena a nunca seguirlo a sus dominios: Los cielos. Años después es la humanidad quien lo presiona a entregar sus secretos so pena de no cooperar con la nación más poderosa del mundo y por ende ser exterminado por las fuerzas de la guerra. Decide llevarse a la tumba su conocimiento antes que entregarlo a la horrorosa humanidad. Verne no concebía el idealismo puro, que no se vende ni cede ante la maquinaria de destrucción. Robur era el antagonista que creó a partir de sus temores y flaquezas humanas.

Durante su madurez, aparece un joven escritor tan visionario como Verne el joven, es más, declaró recibir inspiración de los primeros trabajos del venerable autor. Inicia un nuevo estilo dentro la ciencia ficción: el romanticismo-científico: Mundos utópicos que renacen de las cenizas de su decadencia, pero que cayeron en ésta debido a la excesiva dependencia y libertinaje de la ciencia transformada en algo moralmente ambiguo dependiendo del cristal con que se mire. H.G. Wells  denuncia el totalitarismo de la mal llamada “humanidad” representada en unas pocas poderosas naciones industriales. Autor de la Máquina del Tiempo, La isla del Dr. Moreau y La guerra de los Mundos. Justamente, a causa de esta última obra, Wells, recibe una carta de Verne; decepcionado descubre que le reclama con qué derecho él destruye la fantasía y esperanza en la frontera final, con qué derecho arruina la obra previa de Verne. Se inicia una guerra secreta entre ambos, cada decisión que tomaban, cada rumbo que seguían era una afrenta al otro.

El punto culminante de este duelo secreto fue la alineación de cada uno en bandos separados del famoso affair Dreyfus. El capitán Alfred Dreyfus, oficial del Ejército francés durante la década de 1890, fue juzgado por una corte militar de espionaje a favor de Alemania, dado de baja con deshonra y enviado al peor lugar del Mundo: La Isla del Diablo en la Guayana francesa (misma isla donde fue enviado Papillón). Francia se dividió entre quienes apoyaron su condena y quienes creían en su inocencia: Verne, estuvo con quienes lo condenaron a pesar de la presión ejercida por personalidades como Émile Zola (J’acusse) reabrió el caso y se descubrió que el Alto Mando francés fabricó pruebas contra Dreyfus. Wells siempre se inclinó por un Estado socialista (enfermo de niño leyó La República de Platón y Utopía de Moro), tenía una visión socialista (a pesar de odiar a Marx). Se cuenta que desde Inglaterra, Wells junto al partido obrero, apoyaba a Dreyfus. La escalada socio/política de este caso mantuvo a Europa dividida incluso después de su excarcelación: Los anti-Dreyfusianos (la derecha conservadora) se mantuvieron unidos, incluso hasta la época de Vichy, quien colaboró con las fuerzas de ocupación nazis. Varios intelectuales de izquierda europeos criticaban severamente a este movimiento, el escritor socialista rumano Constantin Mille nombró a los anti-dreyfusianos como miembros de una “dictadura militar” en la cuna de la democracia.

Pero el destino es sarcástico por excelencia: ambos escritores mueren por diabetes, ambos consagrados como los padres de la ciencia-ficción tal y como la conocemos.

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